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29 de noviembre de 2018

Balance final

    Ha llegado el momento final del curso, el momento de hacer balance de lo aprendido. 
La verdad es que es algo diferente a lo que estoy acostumbrada. También el MOOC lo ha sido. Un curso sin ninguna duda de lo más afectivo, emocionante, íntimo, introspectivo. Sinceramente, me ha gustado muchísimo. Lo he disfrutado muchísimo. Gracias desde aquí a los responsables de ello: Andrea Giraldez-Hayas (@andreagiraldez), José Luis Parejo (@jlparejo) y Raquel González (@rglezroldan).

    Veo los resultados de la primera valoración sobre mis habilidades, la comparo con la segunda, pero sobre todo miro hacia atrás, y creo que no sólo he mejorado, sino que he ganado en estrategias y conocimiento sobre cómo enfrentarme a determinadas situaciones.
Me queda por practicar la comunicación empática con adultos (imagino que no tardaré mucho en ello). Y desde luego tengo un largo camino, un camino que no termina nunca, para seguir mejorando en todas y cada una de las habilidades que hemos ido explorando estas semanas. 
Sabía que "flojeaba" en ciertas habilidades y realmente me preocupaba no saber cómo mejorarlas. Ahora ya tengo algunas claves para hacerlo así que sólo puedo despedirme... como reza la imagen que sigue.

Foto de Delvin Avery en Unsplash

27 de noviembre de 2018

4 pasos para mejorar la empatía

    ¡Cómo me ha gustado esta tarea! Más que el diseño de la misma, que también, la puesta en práctica y ver lo inmediato de los resultados (trabajo con niños pequeños, en torno a los 7 años, y ¡Son tan dulces y receptivos!).

    He preparado esta presentación (la actividad lo merece) para mostrar cuáles son las cuatro acciones que me he propuesto realizar como vías para mejorar la empatía en el aula. No quiero seguir adelante sin agradecer a mis "peques" que me dejen formar parte de sus vidas, de sus recuerdos, de sus experiencias. A ellos va dedicada esta presentación (aunque tal vez nunca la vean).


    La verdad es que señalo cuatro acciones que son interdependientes entre sí, o al menos así lo veo yo.
La primera de ellas es la de ser paciente. La paciencia, esa gran virtud de la que muchas veces adolezco.


Tengo prisa.
Tengo que terminar la lección.
Quiero dejar corregido el ejercicio antes de que acabe la sesión.
Los libros de texto.
Las actividades "extras"
...

¡No puedo más!


Imagen de Prawny en Pixabay
    Es en estos momentos, cuando tengo ganas de gritar ¡Basta! cuando sé que flojean mis habilidades sociales, cuando es probable que diga algo que no siento, o que lo diga de forma poco apropiada... Sin embargo estas semanas he aprendido que si algo merece la pena, ha de ser realizado sin prisa, a fuego lento (como los guisos de antaño), con dedicación (como los artesanos). Estas semanas he podido observar que los alumnos llevan un ritmo mejor si no sienten la presión por terminar. Si disponen de tiempo para pensar (aunque algunos pierden la noción del mismo...) aunque la tarea quede sin corregir ("¡Mañana lo hacemos, seño!"), o no finalicemos los ejercicios propuestos (ya habrá tiempo más adelante). 

    La segunda de las acciones que he realizado ha sido la de observar. Observar al alumnado en mi aula, en los espacios comunes, en las entradas y salidas... La verdad es que entran con poco ánimo en el edificio, pero se van transformando poco a poco a medida que avanza la mañana ¿Algo estaré haciendo bien, no?
Muestran entusiasmo ante algunas tareas o ante la forma de realizarlas (les encanta que utilice la ruleta (con los números de la clase porque la compartí con mi paralela y así nos servía a las dos) para ver quién lee, quién sale a la pizarra, quién comparte sus oraciones...) Nadie siente temor o rechazo, la ruleta tiene un efecto mágico en ellos. En esos momentos no se preocupan (al menos la mayoría, hay una niña que "sufre" ante la posibilidad de equivocarse) por si lo van a hacer bien o no, simplemente lo hacen.
Me he detenido especialmente en dos niños que se distraen con muchísima facilidad. Y he llegado a la conclusión de que necesitan más acción, así que han comenzado a ser ellos los que escriban en la pizarra algunas de las oraciones de los demás, o algunas de las indicaciones (aprovecho el movimiento y ellos practican la escritura y segmentación semántica que tanta falta les hace).

    De manera casi simultánea la paciencia y la observación dan paso a la escucha. Escuchar con atención lo que los niños nos tienen que contar. 
He cambiado esta rutina en mi aula. Normalmente venían a primera hora a mi mesa a enseñarme las notas de los papás y mamás en las agendas, o a contarme algo que les sucedió o que hicieron la tarde anterior... Normalmente les indicaba que se sentaran, que luego me contarían, que era momento de ponerse a trabajar. Ahora ya no lo hago. Ahora escucho con atención lo que me quieren contar, asiento, les resumo al finalizar su intervención... les felicito (si es necesario) y entonces sí, nos ponemos a trabajar pero ellos, y también yo, porqué negarlo, con otro ánimo. Ellos se sienten importantes y yo me siento mejor conmigo misma. Siento que no les he rechazado, que he antepuesto sus necesidades humanas respecto a las curriculares. Porque siempre he pensado que la escuela es un lugar de diálogo y no una cadena de montaje.

Imagen de Aitoff en Pixabay
    Y por último, pero no menos importante, evitar los prejuicios, las opiniones ya formadas. A menudo entre los docentes nos "ponemos en atecedentes" con respecto a los alumnos que vamos a tener en el aula. No lo he hecho nunca, y no creo que lo haga. Ni siquiera leo los informes o pruebas que el servicio de orientación realiza de manera colectiva en determinados cursos. Primero conozco a los alumnos, los observo, veo cómo trabajan, cómo se comunican, cómo se relacionan y luego ya, si es necesario, consulto documentos o pregunto a los compañeros que los conocen (les han dado clase). 
En cambio sabía que tenía que mejorar este aspecto con respecto a las familias. Las malas experiencias, los engaños, el "hago esto" pero ver después (porque en mi localidad es fácil encontrarte) que hacen justo lo contrario a lo que se les ha recomendado, justo lo opuesto a lo que te dicen que hacen, ha provocado en mi cierta desconfianza ante lo que me cuentan. 
Sin embargo sé que familia y escuela tienen que navegar con el mismo rumbo, bajo las mismas coordenadas, pues de otra manera no llegaremos a buen puerto. Y nosotros no somos lo más importante, lo son nuestros pequeños. Así que en las reuniones con familias que he tenido en estas dos últimas semanas, he procurado escucharlos sin someter a juicio cada una de sus palabras, he preparado las reuniones sin pensar en "de qué va a servir", " me va a contar lo de siempre"... Y a la espera de resultados más a largo plazo las últimas palabras de cada reunión han sido "Gracias Celia." 

    Sigo practicando estas cuatro acciones a las que se irán sumando otras, no tengo la menor duda.

Saludos lectores de estas sinceras reflexiones.

21 de noviembre de 2018

Adaptarnos y mirar con optimismo

   Llevo días para escribir esta entrada en mi blog. No encuentro el momento, no encuentro la inspiración... o simplemente el cansancio va haciendo mella. 
    Desde que comenzó el curso escolar tenía claro que quería que mis alumnos trabajasen de modo cooperativo. La tarea no es fácil desde luego. No saben (no lo han hecho nunca), hay dos alumnos nuevos que además se incorporaron a finales de septiembre al aula por lo que desconocía cómo iba a ser la relación en el grupo (que se conocen desde hace varios cursos), y claro, no los conozco (este es mi primer curso con ellos).

    Durante aproximadamente mes y medio los observé y fui agrupando parejas que funcionaran de manera cooperativa colocando justo detrás otra pareja que también funcionase como tal pero que a la vez pudiese formar un grupo de cuatro miembros. Hecho esto comenzamos a dar nuestros primeros pasos aprendiendo a cooperar, y luego (en momentos muy puntuales y muy guiados) cooperando para aprender. 
Tenía los grupos constituidos, había llegado el momento de dejar de girar sillas y de colocar los pupitres en grupo.
Había tenido en cuenta distintos criterios a la hora de configurar los equipos: nivel de competencia curricular, capacidad de ayuda de los distintos alumnos y sexo y origen del alumnado fueron los principales.

    Pero no estaba del todo conforme con el resultado. Había un grupo que no terminaba de "funcionar" demasiado habladores, despistados... Y además comenzaba a observar algunas "cositas" que no me gustaban, y que no había advertido anteriormente, en un alumno "brillante". Así que decidí pedirle a la orientadora del centro un sociograma apropiado para la edad de mis "pitufos" y tener en cuenta los resultados obtenidos en el caso de que hubiera que cambiar los grupos establecidos. Así que...


Actuación relacionada con la adaptabilidad


Imagen de Free-Photos en Pixabay
     A la vista de los resultados del sociograma, y después de haberlo analizado con minuciosidad, me dispongo a modificar los equipos para ajustarme todo lo posible a las preferencias de mis alumnos a la hora de trabajar y jugar. No es mi intención hacer "grupos de amigos" en el aula, sé que no sería funcional de cara a la cooperación, aunque sí tendré presente la preferencia a la hora de trabajar (en la medida de lo posible y de crear grupos en los que haya alumnos capaces de prestar ayuda de forma óptima).
Reestructuraré los equipos y, a lo largo de una semana anotaré en una hoja de registro cinco aspectos fundamentales, que son los que más me han llamado la atención, que pretendo mejorar con esta medida y que sabré si he conseguido mediante la observación de cambios de conducta en los "protagonistas" indicados y mejora del funcionamiento de los equipos:
  1. La apatía y tristeza de uno de los alumnos que se mostraba mucho más alegre e integrado antes de configurar los equipos de trabajo (alumno A).
  2. La participación de otro alumno en cuyo equipo está "ignorado" por sus compañeros (alumno F).
  3. La motivación a prestar ayuda y practicar la escucha por parte de dos niños que no tienen en cuenta las aportaciones de algunos de sus compañeros de equipo aunque se les indique que deben hacerlo (alumno P y alumna E).
  4. Disminuir la distracción de un equipo (equipo 6).
  5. El equilibrio entre los equipos distribuyendo tres alumnos capaces entre otros equipos (especial atención en el equipo 2).

Actuación relacionada con el optimismo


  Esta actuación está directamente relacionada con la anterior, y centrada principalmente en un alumno. 
Imagen de 3dman_eu en Pixabay
   Mi objetivo es que mi alumno A, dentro de su extrema timidez, vuelva a mostrarse como el que era al comienzo de curso: participativo, entusiasta ante el trabajo en el aula, interactivo con sus iguales... 
Si vuelvo la vista atrás puedo recordar que su actitud cambió justo en el momento en que dispuse los equipos tal y como están ahora. ¡Qué fallo de observación el mío! Menos mal que realicé el sociograma y aparentemente encontré el motivo de su nueva actitud: expresa con claridad que no quiere trabajar con los compañeros con los que está ahora (a pesar de que puede prestar una ayuda extraordinaria, no lo hará si los componentes del equipo no son de su agrado).
Lo observaré con atención y si su actitud en el aula mejora en la línea de su "yo" anterior, será señal de que los cambios introducidos han sido los apropiados.
Imagen de geralt en Pixabay
   Y llega el momento de hablar de resultados.

¿Resultados de qué? 


Me ha sido completamente imposible modificar los grupos y es que es complicado cuando tienes tres alumnos con los que nadie quiere trabajar y casi ninguno jugar con ellos. Tengo un trabajo enorme de tolerancia y respeto por la diferencia por delante.
La cuestión es que para "arreglar" una cosa "desarreglaba" otra. ¡Imposible de esta manera!

¿Qué hago?


¡Lo tengo! 


    En un ejercicio de improvisación y adaptabilidad he optado por...

¡Pedir ayuda... a mis alumnos!


    Los niños son pequeños sí, pero desde luego no son tontos y si se les explican las cosas y se les consultan de forma que puedan entenderlas pueden ser grandes aliados en las aulas.
Les he explicado que algunos de sus compañeros no estaban cómodos con sus grupos. Y algunos han levantado la mano diciendo: "Yo tampoco" (¡Menudo lío!).
Me he remitido a lo que ellos expresaron en el sociograma.
Les he consultado acerca de cómo podíamos resolver la situación que teníamos en el aula.
Les he mencionado la importancia de diferenciar entre tiempo de juego y amigos en el patio, y la necesidad de establecer equipos de trabajo donde los más capaces ayudaran a los que "saben menos".
He ejemplificado en mi persona que tengo amigas con las que me tomo un café de lo más a gusto pero con las que no me gustaría trabajar, y amigas con las que trabajo muy bien pero con las que la relación a nivel personal no es tan fluida.
Y han optado por...

¡Repetir el sociograma! 


   Tan sólo repetiremos las preguntas acerca de sus preferencias de juego y trabajo, y lo mismo con respecto a quiénes son los compañeros con los que no quieren jugar ni trabajar (he recalcado la importancia de expresar con claridad los motivos por los que nombramos a unos y otros compañeros).
Y hecho esto, y vuelto a analizar el sociograma, retomaré la reestructuración de los equipos cooperativos, momento en el cuál, si aún estoy a tiempo, reescribiré este reto y lo compartiré con vosotros.

NOTA: hemos empleado todo el tiempo de un área curricular del día de hoy, pero no me importa, creo que no siempre lo curricular es lo más importante y creo que hoy mis alumnos han aprendido dos lecciones:
  1. Que es necesaria la sinceridad y el respeto entre todos nosotros.
  2. Que la generosidad es necesaria si queremos que todo vaya bien, si queremos avanzar.
¿Esperaréis los resultados de este intento fallido? Espero que así sea.

15 de noviembre de 2018

Soy, tengo, puedo, quiero

   Una de las actividades propuestas desde el MOOC "Habilidades para la vida y alfabetización emocional en contextos educativos" que realicemos un escudo personal en el que representemos nuestro "Yo soy" (en color verde), nuestros apoyos (en azul), lo que podemos hacer (en rojo junto con al corazón) y por último lo que queremos (en naranja). 
Además de esto nos piden un "lema"que nos defina como personas y como docentes. La verdad es que un lema diferente al tuit que tengo fijado ya que ese me acompaña más como docente que como persona. El que he elegido en esta ocasión podríamos decir que es lo que me ha acompañado siempre, o por lo menos en los últimos 5 ó 6 años. "Con esfuerzo y tesón alcanzarás tus sueños". En mi caso se va cumpliendo al pie de la letra: voy cumpliendo sueños, voy alcanzando objetivos... aunque desde luego a base de esfuerzo, trabajo y perseverancia. Como dice Ildefonso Méndez (@ilde76): saber postergar la recompensa me ha permitido mantener el camino que hace unos años comencé. Esas las principales características que me definen. 
    Respecto a los apoyos con los que cuento: desde luego son más que mis compañeros de claustro (algunos de ellos), mis compañeros digitales (esos docentes generosos y entregados que tanto comparten en la red y con los que tanto he aprendido y aprendo, la bibliografía que voy adquiriendo, las lecturas en distintos soporte que voy realizando, las reflexiones a las que me van llevando... Desde luego un papel importantísimo en toda esta evolución la tiene la formación continua en la que llevo inmersa desde ni lo sé. Y no puedo olvidarme de mi familia a la que en muchas ocasiones veo relegada a un segundo plano pero que siempre está ahí y me apoya y que desde luego también sale beneficiada de mi esfuerzo (mis hijas siguen el mismo camino de constancia que yo). Y es que no podemos olvidar que somos un modelo para los que nos rodean.

    Si nos vamos a la parte más laboral no tengo ninguna duda de cómo quiero que sean mis clases (y sé que con esfuerzo y empeño conseguiré que sean así): activas, interactivas, con el esfuerzo siempre presente para sacar lo mejor de uno mismo. No tener miedo al error, ser honestos con nosotros mismos y con los demás, ser sinceros, compartir, pedir ayuda... en definitiva, 
ser humanos.




13 de noviembre de 2018

Querida Pilar

    ¡Qué recuerdos tan bonitos me ha traído escribir esta carta! Sincera, como si realmente se la fuera a enviar. Y creo que lo haré, por correo ordinario además, para mantener la esencia tan emotiva con la que ha sido escrita.

Te echo de menos Pilar.

Si haces click en la imagen lo leerás mejor

12 de noviembre de 2018

Imaginando la escuela

    A menudo, cuando entramos o salimos del cole, cuando estamos en plena actividad docente y miramos el reloj, tengo la horrible sensación de que nuestras escuelas se parecen más a fábricas de montaje que a centros educativos. Y desgraciadamente, al menos en el entorno que conozco físicamente, no soy la única que lo piensa, lo cree, lo percibe...

   Me encuentro en mi primer año de tutoría dando clase con cuatro libros de texto y sus correspondientes cuadernillos (algo que no va conmigo ni con la forma que tengo de concebir la educación pero sobre todo la docencia)... pero como era el primer año, no me atreví a eliminar los textos, primero porque no sabía qué me iba a encontrar y segundo porque ninguno de mis compañeros me acompañó en la sugerencia (ni creo que lo haga nunca). He de reconocer que tener libros de texto resulta muy cómodo pues tienes las fichas de refuerzo y ampliación, la guía didáctica con recursos complementarios seleccionados, los exámenes de dificultad variada ya preparados... Sin embargo no suelen resultarme todo lo útiles que les resultan a mis compañeros. Hay algo que no tienen en cuenta: la realidad del alumnado y sus circunstancias personales
   Casi cada día ojeo las fichas de la editorial con las que cuento, revisando cómo y con qué podría mejorar la comprensión de tal o cual alumno, buscando algo que le permita asentar lo explicado o que me indique si ha entendido mis palabras. La mayor parte de las veces me encuentro con ejercicios descontextualizados, similares a los que ya se han hecho en el libro. Comienza entonces la criba (este sí, este no, este tampoco, este...) disminuyendo considerablemente las oportunidades de práctica y llevándome a buscar en la red o entre los recursos que he ido guardando años atrás.
    Lo mismo sucede con los recursos complementarios que nos ofrecen: no siempre son del interés de mis alumnos puesto que los editores, los creadores de los libros, no los conocen. Ni a ellos ni a ninguno de los niños destinatarios de esos libros. Y es que no podemos olvidar que cada niño es diferente, son pequeñas individualidades, cada uno con "su mochila" cargada de diferentes experiencias vitales (algunas más positivas que otras). Cada uno tiene unas aptitudes diferentes que tampoco tiene en cuenta el libro. Es lo que una compañera mía llamaba "Café para todos".

¡Pero a todos no les gusta el café! 
¡A todos no les sienta bien el café!

    Nuestros alumnos influyen en nuestras vidas al igual que nosotros influimos en las suyas. 
    La interacción con nuestro entorno es parte de la educación y de la formación.
Aprendemos de los demás
Aprendemos con los demás
Aprendemos de las cosas que nos rodean, de los hechos que vivimos día tras día. 
    Por este motivo es por lo que hemos de cuidar nuestras acciones, nuestras palabras, nuestros gestos. Somos modelos, para lo bueno y para lo menos bueno así que cuidemos nuestras habilidades sociales, gestionemos nuestras emociones, y no olvidemos que interaccionamos con personitas en plano desarrollo.



10 de noviembre de 2018

Una pizca de mi filosofía docente

    Este sitio lleva abierto ya unos años, es uno de los blogs en los que voy recopilando las evidencias de mi formación continua, o por lo menos parte de ellas.

  No sabía, en un principio, dónde compartir y difundir las reflexiones de este MOOC sobre habilidades para la vida y alfabetización emocional en contextos educativos. En cambio, en cuanto comencé a leer los contenidos y visualizar los vídeos me di cuenta de que este espacio es el más apropiado para el curso puesto que el lenguaje (protagonista de este blog) está en la base de la autorregulación de la conducta y por tanto directamente relacionado con la identificación de emociones (necesitamos vocabulario para expresar cómo nos sentimos), el pensamiento crítico (desarrollo lingüístico y desarrollo del pensamiento interactúan entre sí), la escucha, la comunicación empática...

    Así pues aquí estoy. Presentando mi espacio y mi presentación.
   En ella encontraréis algunas cosas sobre mí, un vídeo que me acompaña desde que lo descubrí hace ya algunos cursos, y una imagen, un avatar que creé hace un año más o menos y que creo que representa no sólo mis expectativas con respecto a este MOOC sino también con respecto a mi labor docente y a lo que me gustaría de la educación de nuestros hijos y alumnos.